Un cuento para descubrir el valor del aire que respiramos, y mucho más. Para 9-10 años, aproximadamente. Acompañado de una Guía de lectura con orientaciones y sugerencias para facilitar un mejor aprovechamiento de las pistas que ofrece la narración.
Tana es niña y lagartija (¡que no es lo mismo que ser una niña lagartija o una lagartija niña! -avisa ella-) y nos presentará al rey Porsiacaso y los extraños fenómenos que ocurren en su país.
Las pesquisas de Tana y de su amigo Lula son una invitación lúdica a explorar la realidad, a no dar nada por hecho: ni por dentro ni por fuera , ni del mundo que nos rodea ni de nosotros mismos. Porque “normal”, lo que se dice normal, vete a saber… ¡bien pocas cosas hay «normales» en esta vida!
Un libro que quiere contagiar las ganas de ser libélula, de ser lagartija, de llegar a establecer contacto con la realidad muy de verdad. Dirigido a un público de 9-10 años, aproximadamente, puede ser leído, sin más. Pero puede ser una herramienta con la que profundizar, reflexionar y dialogar sobre… el mundo, el aire, la vida, la sabiduría, crecer, las religiones, el agradecimiento, el lenguaje… ¡y más!
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El ejemplar impreso se puede comprar en Barcelona, en CETR
(c/ Rocafort 234, bjos -jardines Montserrat-)
Teléfono: 934107707 cetr@cetr.net
(Precio: 4€ el ejemplar. A partir de 10 ejemplares: 3€; a partir de 20: 2,50€)
El cuento también se encuentra en la librería virtual BUBOK
(descarga gratuita y venta de la edición impresa)
Objetivos:
- Estimular y cultivar la capacidad de asombro, de maravilla ante la realidad.
- Descubrir y dar valor a todo aquello que podemos conocer y comprender si “tiramos del hilo” de algún tema, si vamos más allá de las apariencias y no damos por real únicamente lo más visible o aparente.
- Valorar el hecho de aprender y comprender.
- Presentar y valorar la observación y la atención como una capacidad fundamental para descubrir niveles más sutiles de la realidad y ampliar su comprensión.
- Valorar la sabiduría acumulada por nuestros antepasados.
- Valorar el AIRE como un bien compartido que debemos respetar y cuidar.
Así comienza el cuento:
Hace ya una semana que el palacio real de Tanparlaina está cerrado a cal y canto. Ni se sale ni se entra. O… bueno, eso es lo que pretendía el rey cuando ordenó atrancar bien todas las puertas y ventanas… sin pensar que eso de las puertas… A las hormigas, las arañas, las pulgas, las moscas, los ratones y las sargantanas o lagartijas –como yo–, que también vivimos en palacio… las puertas, ¡ni fu ni fa!
¡Pobre rey! ¡Está muy obsesionado! Y todo porque un día, mientras se lavaba los dientes, lanzó un solemne rebuzno: “¡HI-HA, HI-HA!” –sorprendidísimo de que hubiera un burro en su real cuarto de baño.
– ¡Qué atrevimiento! –pensó el rey. Busca bajo el bidet, dentro de la bañera, detrás de las toallas, mira por la ventana y, nada, ni rastro del burro. Anda que no sabía yo quién era el burro…
– ¡HI-HA, HI-HA, HI-HA! –se oyó de nuevo… ¡Ay! ¡No le quedó ninguna duda!
– ¡Si el burro soy yo! – exclamó aterrado.
¡Nunca el rey había dicho una verdad tan verdadera!